Aquel día me escurrí sobre el borde de una fuente y rescaté el equilibrio haciendo algún malabar interno, mientras ella se reía. Yo la llamaba Cruela de Vil y tenía sus razones.
Isabel nunca hablaba en exceso, por lo que mandó una foto.
Cuando aparecen recuerdos al cabo de 25 años, y tan inusitadamente que resucitan cuando podrías haber pensado en cualquier otra cosa menos en las incipientes – por aquellas épocas – movidas madrileñas, quizá se hagan más vivos o te causen más gracia que si se presentan de modos más tediosamente protocolarios.
Cuando tomó fin una brusca irrupción germánica en las zonas bohemias madrileñas que llevaba por nombre ‘La Bohemia’, en Lavapiés, una especie de tugurio de mala muerte queriendo resucitar el París de los 30, decía yo, que nunca lo conocí, donde aun se pasaban las noches tocando la guitarra al son de ‘pongamos que hablo de Madrid’, y participaban aquellos que luego desaparecerían en zonas y esferas más sofisticadas como Joaquín Sabina e incluso Antonio Banderas, pasó algún tiempo antes de que abrieran otra Bohemia un poco más arriba, en Chueca.
Lo de Lillian Gerer se apoyaba muy pesadamente en algún ramalazo hippy con pretensiones a algo más que el madrileño captó casi de inmediato, abriendo un ‘molino rojo’ un poco más abajo, donde se le daba una somera interpretación madrileña a lo del cancán, a guisa de concursos escandolosos de desnudismo que siempre terminaba por ganar alguien que tenía su mirada puesta en algún papel secundario de la tv nacional.
Alrededor de la primera Bohemia se reunían pintores de barrio, músicos, gentes de teatro y de cine, y yo jugaba a las cartas con Lillian a las cuatro de la mañana en ciertos lugares cercanos a Sol donde todavía te daban una baraja con un café a altas horas de la noche, con solo tocar a un timbre de abajo que abría esos lugares para insomniacos u otros de modales un poco más turbios.
La primera Bohemia olía a espionaje internacional y había trenes que pasaban cuando ya no quedaba nadie, se gestaban de la Prada y otras gentes por sus esquinas, y argentinos venían a ocupar lugares anexos en habitaciones apenas oliendo a cal blanca y poca cosa más que terminaban por ocupar puestos directivos de revistas dedicadas a los comics.
Lillian Gerer también hacía comics pero realmente tenías la impresión de que todavía no había pasado de un lado al otro del muro de Berlín.
El local fue cerrado por no tener salida de emergencia, lo cual, hasta cierto punto, era cierto, aunque se hubiese constituido en salida de emergencia para muchas gentes.
Total, que cuando cerró y ya no había sitio donde esperar a que abriese el local donde vendían chocolate con churros de madrugada, ya no había nadie con quien jugar a las cartas y hasta Javier Krahe se retiró del show bizz alegando excusas medio baratas, mientras otros ya se habían colocado en los cohetes que lanzan a la fama de un día para otro sin mucho plan de futuro, hasta Rosa Chávez había cambiado los 40 principales por un par de canciones que no reivindicaba en exceso, todo parecía inmensamente triste y sin perspectiva.
Fue por aquella época que tomó auge el barrio de Chueca, visitado mayormente por inmensos rebaños homosexuales, por donde, quisieras o no, tenías que pasar si te querías liberal y tolerante, abierto al progreso intelectual y partícipe de una apertura de mente cuya proporciones quedaban por establecer. Antes de comprar piso en Alcalá y pelearse con Madona con respecto a la libertad moral de Antonio Banderas, solía Almodovar tomarse un par de cervezas por esos lugares.
O sea que necesariamente tenías que darte alguna vuelta por ahí y de ese modo descubrí la segunda Bohemia, en la que entré fuese nada más que por recordar los viejos tiempos aunque no tenía nada que ver con la primera, era temprano y no había nadie y solo nos miraba Isabel desde detrás de la barra mientras apoyábamos la espalda pesadamente sobre el cristal de en frente.
Finalmente dijo, ‘que bueno’. Semejante permiso que no había solicitado nadie despertó evidentemente cierta curiosidad, por lo que inquirí que a qué se debía, y me contestó que ‘el bar era posmoderno y que nosotros no íbamos vestidos de negro.’
Y eso de lo posmoderno? ‘Una corriente filosófica.’ Y fueran las corrientes filosóficas las que imponen los modos de vestir, entonces?
Tras cierto momento de duda contestó que ‘le habíamos caído bien y que no impondría las estrictas condiciones de indumentaria reglamentarias.’ Bueno. Claro que te hace gracia.
En La Bohemia 2 se podía jugar al pinball y había una oscurísima sala al fondo con un espejo apenas reflejando el tíovivo de las luces del pinball.
En La Bohemia 2 no se jugaba a las cartas y no se dibujaban comics: el lugar era un comic en si donde las historietas se hacían de por la mera presencia de los visitantes en una tira temporal de escasa cohesión. Ya no había trenes ni espías: se mataban pedófilos por provocación altanera a guisa de duelo gitano – pero es que Isabel venía de Huelva – que luego no se morían porque llevaban chalecos antibalas, tergiversando perversamente las condiciones preliminares y resultaban ser, le dije a Isabel, agentes holandeses ‘provocando una degeneración de las costumbres en santos lugares para hundir la autodeterminación de los pueblos.’
Isabel tenía por hobby el robar maricas a su autodeterminación, hobby que escasamente abandonó por mucho que yo insistiese en que había que dejar que la gente fuese como fuese. Lógicamente objetó que ella era como era y que consiguientemente había que dejarla robar maricas, pues dijo ‘que si realmente lo eran entonces no se dejarían seducir y que si se dejaban, poca culpa tenía ella’, cosa a la que poco se podía objetar por lo que yo seguía con mi determinación de dejarlos en paz y ella con la suya de llevárselos por otros derroteros.
Por aquella época se llevaban los áticos y consecuentamente Isabel vivía en un ático un poco más allá, cruzando un par de calles.
También se paseaba por el Retiro cuando se acercaba la madrugada.
Luego cerró también la Bohemia 2 e Isabel dijo que volvía a Huelva. Pensé que era tiempo suficiente como para retirarse de los ajetreos de la vida nocturna y nunca más volví.
Lo que fue de ella, nunca lo supe tampoco. Yo me fui a Paris y nunca pisé un bar porque ya no había Bohemia 3 que atrajese mi atención.
Es cierto que da muchas vueltas la existencia.
Es obvio que con una foto no se deduce lo que fue de la vida de alguien y que hay cosas que no cambian: Isabel nunca hablaba mucho y tenía yo que rellenar los espacios que quedaban entre las preguntas y las respuestas con posibles respuestas que me tenía que inventar yo, a ver si al menos un asentimiento corroboraba alguna suposición, y no creo que me cuente su vida, aunque hayan pasado los años.
La foto la he arreglado yo. No que haya abandonado el negro aunque lleve toques rojos o morados de los que suelen decorar los movimientos feministas. Lo del malva es por lo de malvada, seguro que dice, porque termina por casar con Cruela de Vil aunque sin dálmatas.
Y bien? Seguiría los pasos de de la Prada y vende boinas asombreradas en alguna boutique parisina? O en Berlín, donde terminaría por toparse con Lillian Gerer y la Bohemia 1?
Sería divertido. Qué pasaría si se encontrase la Bohemia 1 con la Bohemia 2 en el centro de Berlin? Seguro que no juegan a las cartas. Tampoco al pinball. Quizá la mera presencia de la Bohemia 2 inspire una tira de comics a la Bohemia 1, lo cual, dentro de todo, no es la peor de las perspectivas.
Claro que hablar alemán con acento andaluz debiera tener su gracia. Seguro. Y es mejor que cruzar las fronteras chipriotas con algún amante italiano que habita entre columnas de mármol. Sin más. Es decir, sin pretensiones a mecenas.
A Lillian no le gustaban los maricas sino los gitanos.
Yo no. Yo solo terminé por sacar la chulería madrileña cuando me dijeron que en algún pueblo griego caminaban sobre ascuas. Fuera. Y yo no pudiera? No vamos a quedar a menos.
Total. Que te das cuenta de que el tiempo tiene su peso y que no sabrías por donde empezar a contar una historia cuyos hilos se pierden en los desiertos. Tendrías que volver a colocar las perspectivas. Empezar por la Bohemia 1 y seguir por la Bohemia 2 y después, sí, después, es bonita la gorra finalmente, o no es gorra? No digas que no dices. Seguro que termino por contestar a las preguntas yo, de nuevo. Qué terrible.
Da igual. Está bien recordar viejos tiempos. Con o sin sombrero. Y quizá, no sé, a fuerza de dar vueltas se vuelve a encontrar un camino. No hará frío en Berlín … digo.
Bueno. Google dice que finalmente se dedicó al cine: Isabel G. Oliveros, promotora de la I Muestra de. Cine Corto de Navacerrada …
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