Hay dos tipos de ‘arte’ o ‘creación’, el que se paga caro al principio y luego pierde de valor al gastarse, y el que se compra a cierto precio que luego puede ir subiendo según criterios a la vez aleatorios y subjetivos, por un lado, y ciertos criterios objetivos, por otro.
En técnicas pictóricas o relacionadas, se considera el primer tipo ‘decoración’ y tiene su precio que incluso puede ser más alto que el de obras que terminen por obtener valores internacionales, a causa de lo que se llamase necesidad de mercado, que necesita a veces rodearse de objetos sin excesivo valor pero pareciendo encajar en su contexto de modo más adecuado que otros, teniendo valor por ese rato y luego intercambiándose por otros. Para obtener cotas en el arte que hacen de este una inversión a largo plazo, hace falta pasar por rigurosos procesos de selección y juicio, implicando una integración no solo en su sociedad particular sino también en la sociedad en general, más cercana de los que exponen y enjuician, y a su vez, en el historial del tiempo, donde rigen criterios aun más sofisticados y complejos. Se puede considerar inversión no solo lo que deja beneficio económico, sino también aquello que por su presencia, suscitando una serie de pensamientos o reflexiones, incluso reacciones afectivas o impulsos, enriquece nuestra presencia de por el simple hecho de estar ahí, siendo a veces una respuesta a complicadas preguntas, una clave, un indicio o solo un planteamiento.
Si los procesos por los que un artista se hace y evalúa son tan largos en la mayoría de los casos, es no solo porque se precisa tiempo para entender lo que dice también en cuanto a lo implícito, sino que hay que saber evaluar si su problemática es de orden local o nacional, e incluso pudiendo traspasar sus fronteras afectando ámbitos más generales, para lo que se tiene en consideración lo que se llama ‘el conjunto de la obra’, que considera todo desde el principio hasta el fallecimiento del mismo, para poder enjuiciar tanto su progreso como el contenido de la problemática presentada en su transcurso temporal.
La vida se hace de cuestiones, y si paso algún tiempo dando cuenta de algunas que me afectasen de algún modo, no es solo por conseguir hacer una presentación de mi persona y sus circunstancias, sino porque se percibe claramente como las cuestiones salen de nuestra esfera personal, y terminan por afectar a algunos, y sin embargo no a otros, habiendo algunas que son mías, porque soy yo, de la familia de donde vengo, del contexto social al que pertenezco o incluso altas esferas ocupando amplias oficinas en diversos lugares del mundo, afectados por la misma preocupación que percibe cada cual a su modo, y cuya solución termina por surgir de fondos de conocimiento diversos que se aceptan de modo consensuado. Es una evidencia que el arte, al ser intuitivo, percibe estos asuntos a veces mucho antes de que alcancen el pensamiento, insertando dentro de su planteamiento incluso algún atisbo de solución. A veces insiste en mantener algo que podría ser la solución también, adaptando simplemente un fondo de cultura a los cambios que la sociedad necesariamente introduce en el quehacer de las gentes y las sociedades. El valor de las obras de arte se evalúa de por la proximidad que el artista con respecto a esas problemáticas, por lo que debe alguien que trata con arte estar al corriente de estas, de modo más o menos aproximado.
Considérese una problemática la posibilidad de mantener una tradición pictórica, que a su vez, se relaciona con las costumbres vigentes a través de los tiempos, expresando algo a su vez de modo original y propio. Aunque también tiene el arte su problemática propia: cómo reacciona el artista ante las exigencias comerciales que lo sacan de su difuso autodefinirse para obligarlo a aceptar cánones de comportamiento que se encuentran fuera de su propio ámbito, lo que, como ya hemos visto, puede tener catastróficos resultados?
La historia en lo que nos deja de carga, es otra problemática aunque el artista no suela aludir a ella de modo excesivamente directo en nuestros tiempos, sino que prefiere decir algo ‘feo’, porque no le gusta el mundo en el que estamos viviendo. Plantea a menudo la cuestión de lo erótico, soliendo hacer burlas o intentando llevar lo empírico a su dimensión afectiva, y suele irse por los campos quiméricos con frecuencia, preguntándose que sería eso de pintar la muerte. Puede incluso cuestionar sus propias libertades, lo que no sucede excesivamente, o replantear tiempos anteriores o suscitar querella u oposición. A veces se ríe de las exigencias de un comprador que pretende poder exigir demasiado, y deja un tono o deje, por encima o por debajo, insinuando que los hay quienes se están pasando de la raya.
Como en todos los ámbitos de actividad humana, sin embargo, es, a mi entender, la ley la que forja al hombre, debiendo este decirse dentro de lo que hay sin excesiva sumisión y sin alterar el orden. O incluso trasgrediendo con deliberación, como quien alaba o critica ciertos excesos dentro de la moderación impuesta por el pensamiento.
La sociedad humana se forja principalmente alrededor del conocimiento según el que el hombre se alimenta de una familia para forjarse en tanto que ente social de por su confrontación a las leyes y su elucidación. Como si supiésemos que es ‘blando’, y que necesita la afilada presencia de la ley para sacar de si lo que realmente vale. Es como un pan con levadura que guarda en si todo su potencial cuando las medidas están bien puestas, debiendo pasar por el horno caliente para poder digerirse. O no.
En si se puede decir, que habiendo sido este principio el que, a través de los siglos, ha permitido que el hombre no solo sobreviva, sino que también conviva, y aun no estando formulado demasiado claramente porque es tarea de filósofos, a los que les gusta tardar para insistir en su importancia, porque es muy árida su actividad y solo le sacan ese gusto eventual, es el que forma en su capacidad evolutiva, tanto el principio de evaluación de todo quehacer humano, como el parámetro de evaluación de la persona en su relación al conjunto. De ese modo resulta casi sencillo evaluar el arte, aunque sea difícil el darle precio, actividad que debe considerar aspectos de tanta diversidad que yo la consideraría imposible para mí. Es posible tener la conciencia tan dispuesta para esos asuntos que resulte tarea sencilla para algunos, pero es sabio conocer sus límites y en ese caso, saber apoyarse sobre lo ya adquirido que a su vez sabe regirse por lo que se presenta en subasta para poder determinar con precisión la relación del valor al precio, pues es el valor lo que uno ve o aprecia, y el precio aquello por lo que entra en contextos más amplios.
La consideración de lo que hay y su inserción en contextos generales es una tarea, y la creación es otra. A mi entender se valen aunque suele ganar menos el que evalúa, probablemente por considerarse integrado, lo que facilita mucho su tarea y existencia, debiendo ir el artista como nómada vagando por el mundo, aprendiendo a chocarse con lo que le rodea para poder transformar lo que impera en términos intuitivos y así ayudar a elucidar cuestiones sin perturbar las mentes. Aun así es cierto que ambos se quejan, por ser el artista de trato muy difícil, hasta el punto que debió el coleccionista o quien tuviese galería o el llamado mercante de arte, obtener permiso especial para tratar con poblaciones marginales, siendo el único que de por su profesión, tuviese el derecho de rodearse de gentes mal vestidas, poco aseadas, de sueño irregular y de comportamiento social errático, apreciándose en general su habilidad por comprender el lenguaje de estas gentes e interpretarlo en cuanto a su significado. El artista suele pensar a su vez que esta gente es excesivamente exigente y mucho se lleva por no hacer nada.
La relación entre ambos se suele reflejar en la obra, que a su vez determina el público que aprecia lo que compra, y siendo tensión entre dos, suele llevar dentro de su realidad el modo por el que se resuelven otras tensiones, por lo que las problemáticas de tensión le suelen ser muy inherentes, como la relación entre lo pobre y lo rico, lo poderoso y lo débil, lo grande y lo pequeño, la mujer y el hombre, lo establecido y lo marginal y mucho etc. Es lógico que el artista se burle de la referencia, porque se entiende en relación, y le cuesta pensar que hasta la relación tenga referencia, porque lo cree subjetivo, lo que suele ofender a las mujeres.
Dentro de la infinita paleta de posibilidades que propone el mundo de las problemáticas, se distingue al artista por su originalidad en lo que toma una posición que determina el ángulo, que a su vez puede evolucionar en el tiempo, o cambiar, aunque es raro, porque son bastante tozudos e insisten en creer que pueden mantener verdades de por el mero hecho de creerse algo, y debe el que evalúa poder reconocer su importancia para la sociedad que lo rodea o incluso para un número mayor de gentes.
Si hay pocos artistas que sobresalen es porque la mayoría se divide en dos campos: los que piensan que basta combinar colores para ser artista, y los que habiendo superado esta primera crisis de artista, pasando al concepto de la obra, se contentan con pensar que tienen razón simplemente por decirlo, lo que resulta muy aburrido.
Se considera corriente artística el hecho de encontrarse diversos artistas dentro de un mismo concepto general, que cada cual expresa a su manera, relacionándose el concepto a su tiempo de por la problemática inherente. Aunque es cierto que el hecho de aprender a aglomerarse pareció una interesante posibilidad durante algún tiempo, dándosele valor al momento de evaluar la obra, es cierto que el artista terminó por cansarse de lo que terminó por considerar actitud de rebaño, prevaleciendo la expresión única o individual en los tiempos que siguieron los principios del siglo XX. Y se pueden diferenciar dos cosas: lo que se afecta de por la presencia de lo que sobresale a otros, pudiendo decirse corriente de por influencia y no de por acuerdo, y lo que se acuerda entre gentes de modo expreso para formar grupos definidos de por el concepto que se dice querer expresar. De ese modo se constatan dos cosas: que el pasado también influye, de tal modo a que deja lo que sobresalió huella en el tiempo, o generando incluso algo más sobresaliente, y que la formación de grupos artísticos también tiene su evolución en el tiempo. Y se puede concluir sin mucha dificultad, que mientras lo primero tiene constancia en el tiempo, lo segundo solo llevó a que los grupos terminasen por concebir la completa destructuración o banalización del arte. Como que protestaba algo. Como que el arte no se delibera ni se somete a concepto, porque es espontáneo y se reúne alrededor de lo que le gusta o interesa al artista.
En realidad el artista está solo, y a mi entender vaga más en el tiempo que en los espacios, y si hubiese tenido que asociarlo a algo ya antes, hubiese dicho que el artista se diferencia como las poblaciones llamadas marginales: o es un jefe de la mafia en leyes muy ordenadas y estrictas, o es un jefe de tribu o raza y vende lo que tiene en rastrillos, o es orgulloso jefe de pueblo nómada dándole la espalda al mundo llamado civilizado, pudiendo introducirse entre los rangos de todos ellos, lo criminal y lo asesino, pues si los primeros no solo se respetan sino que saben hacerse respetar, los segundos solo merecen desprecio.
El nómada vaga y el artista deambula. El primero se asienta en un lugar durante un rato, para luego irse y quizá volver. Pienso que el artista hace lo mismo como en el tiempo. Busca en su memoria algo que le recuerda a su mismo, una referencia de artista que es como un lugar de reposo, para hacerse a partir de él, encontrando en lo que le rodea, el modo para aprender a decirse, y ancla en otro lugar, donde quizá encuentre la compañía de otro, y así sucesivamente. Su concepto es a mi entender, inherente, y como cada oficio se determina en gran parte de por la materia que se trabaja y los modos que se utilizan, lo que genera las leyes propias a cada actividad, entiendo que es lo natural del artista, el que se deja llevar por los tiempos antes de quedarse agarrado de alguna corriente artificial.
Pero las leyes y las reglas se imponen. Debe el artista terminar por intercambiar su obra por una botella de absinta, como Modigliani, al intentar tomar distancias hacia lo que impera y se quiere imponer, o puede de algún modo hasta el mundo comprender esta evidencia para que la necesidad apoyada en la falta de carácter de aquel que se sujeta a normas porque sabe que así al menos gana dinero, en su casi ridícula superficialidad no termine por causar un colapso completo del arte? Lo entiende, aunque suele esperar a que fallezca el irreverente. A no ser que, dijo alguien, que era la señora Méndez, preceda orden imperial que permita reintegrar al susodicho en la sociedad sin que termine por fallecer de por el mero ostracismo al que se le ha condenado. Porque los emperadores evalúan no solo el arte, sino también al artista.
Aunque sirvan ciertos títulos rimbombantes para impresionar a las mentes impregnadas de pasado, que también existen, o para establecer equivalencias con otros más burocráticos que en realidad recubren las mismas responsabilidades, pues las actividades del ser humano en el problema que suscita su organización y orden cuando aun se quieren respetar sus libertades, son siempre los mismos, aunque se presenten de modo distinto, de tal suerte a que, de cierto modo, se parece al arte en su aspecto más estructural, no pienso que esto sea necesario. El emperador busca consenso, cuando el rey impone las leyes, y las reinas son soberanas aunque no saben de consenso, y hoy es el que busca consenso el presidente y el que impone las leyes, el gerente, y si hay mujeres en esos ámbitos, al no haber aun sabido trasladar los conceptos, suelen esperar a que les digan lo que tienen que hacer. Podemos de ese modo proponer lo siguiente, ya que la calidad me lo permite, pues soy gerente/propietaria de mi negocio, y se entiende que a falta de presidente, es el propietario quien asume ese papel, y así busco consenso al igual que impongo leyes, dentro de un modo de entender que se entienda parejo al de otros, o que se funda en consenso, por lo que el presidente siempre precede, y eso aunque casi siempre se ausente. Teniendo en consideración que el arte se evalúa por rebaños, aunque no le guste al artista, pero todo transita a su modo, y no necesariamente vaga o deambula, que se considere de por consenso si un artista puede o no, reintegrar ciertos círculos, estimándose consenso el mero hecho de la compra, pues gentes a las que se atribuye esa autoridad, suelen saber porque frecuentan a otros del mismo ámbito, lo que procede o no, de tal suerte a que haya dos órdenes: algunos que deambulan para ver lo que encuentran y otros que aprecien o no lo que se halló, y sellen de por la compra el consenso, entendiéndose de ese modo que lo que se presenta no tiene evaluación en si, sino solo aprecio, fijándose el precio de un modo casi arbitrario o a gusto, de tal suerte al que el comprador, al llevar la responsabilidad final de su integración en áreas más generales, fije el precio con respecto a lo ya existente o con respecto a la evaluación de su estimación, a lo que tiene derecho. Por lo que no determina el precio de mercado la propuesta, sino solo la reventa o el precio de subasta.
El emperador debe siempre justificar las irreverencias que comete, cosa que estimaría de necesidad incluso en los tiempos contemporáneos, y ello porque hay gente con gran poder, aun hoy, aunque apenas se sepa, procediéndose en muchos casos a abuso por no integrarse la noción de la justificación en esos ámbitos, y si es posible, pública.
En tiempos imperiales podía el emperador volver a introducir a las ovejas descarriadas en el rebaño solo de un modo. Tenía que hacer valer no solo la importancia artística del ‘marginalizado’, sino el significado de su periplo vital, en relación a esta. Para lo que se fijaron ciertos criterios, que debieran ser inherentes a lo que sigue. Y alguno más, y quizá menos, para despistar.
Es obvio que Ismael Olabarrieta pertenece a aquellos artistas que se buscaron alguna referencia en el pasado, para desarrollarse a partir de él, que se puede determinar muy claramente y sin que haya precedido conversación al respecto, y es Toulouse Lautrec. Toulouse Lautrec fue un pintor de finales del siglo XIX; francés, afectado de polio y cojo de una pierna, que no podía en aquellos tiempos soñar con mujer de su clase a causa de su defecto, y se alejó de su sociedad y frecuentaba lugares que se consideraban indignos, como los cabarets, donde frecuentaba a mujeres de toda clase, aunque de lejos, pues se lo sabía tímido, pasando muchas horas en aquellos lugares y contentándose de un lugar pobre como vivienda, llegando a hacerse un nombre gracias a la ligereza de sus dibujos o pinturas y hacer afiches que anunciasen las representaciones de aquellos lugares, denotando su arte una extraña elevación procediendo de su ámbito social original, pegada sobre temáticas tratadas corrientemente de modo más burdo o grosero. Yo diría que traslada los criterios de estética de su mundo a otro, intentando reconocer en un lugar distinto aquello mismo que le era propio. Quizá fuese el primero a ennoblecer lo pretendido villano, tradición que terminó por estimarse hasta tal punto en Francia, que incluso cantantes de fama internacional, como Edith Piaf, dedicaron muchas canciones al tema casi con el mismo humor tintado de cierta ternura.
Las intenciones más inocentes pueden causar choques no solo psicológicos, sino también sociales. Qué? Debiéramos ahora a la llamada mujer de mala vida, el mismo trato que a aquella que se esfuerza por lo menos en guardar las apariencias? La querella, muy bien percibida por la época, termina por cuestionar lo formal en asuntos de amores, y por preferir al menos la espontánea ligereza de la expresión afectiva a todo aquello impuesto por la norma. Lo que rápidamente deriva en un intento de liberalizar las costumbres y de tolerar hasta lo perverso, grotesco u obsceno, intentando imponer cánones sociales de por la mera y escandalosa exposición de ciertos puntos de vista. Dos artistas más consiguen guardar un sutil equilibrio entre las distintas pretensiones, Klimt y Schiele, quienes además logran dejar dentro de sus obras, algo como el anhelo de una respuesta un poco más perspicaz y definida. A ellos se suma Lempicka, aumentando el cuestionamiento de por la tentativa de ‘enmarcar’ lo erótico, lo que implica, la formalización interna o externa, prefiriendo formas prácticamente espaciales a la tímida ausencia de un Klimt.
Ismael Olabarrieta era conocido de Daniel von Thurn und Taxis, quien me habló de él en París en 1990, aludiendo a su posible talento y discutimos en ese momento diversos aspectos de su carrera. Me dijo aquel que pasaba por una crisis de artista y que estaba a punto de desistir, que no aguantaba las imposiciones y que prefería vender hot dogs en el metro. Me dijo que su obra se centraba alrededor de lo erótico, sin transgredir las normas, y que le querían imponer temas que no eran de su gusto, y no quería. Daniel von Thurn und Taxis me hizo una breve descripción del personaje, inquiriéndose a su vez sobre el qué hacer, pues sí se iba, perdería la cota.
“Déjalo ir,” le dije, “Pues no hay arte impuesto.” Y le expliqué lo siguiente. “Entiendo que este hombre se ha metido en un lugar inconveniente, y no por ser culpa suya, sino porque la sociedad no ha tenido cuidado. Y que el marchand que comercializa sus obras, un tal Steiner, anda metido en asuntos sucios y mucho me temo que no sea una reproducción de cosas que ya conozco. Pero quiero verificar. Mándalo a un país lejano, donde lo que haga no afecte la cota al no saberse lo que hace, por el momento. Y aunque en este momento pretenda que le da igual, pasará el tiempo, y verá que se le estrechan los horizontes, pues terminará por saberse y veremos lo que pasa, para evaluar la situación. Pero si es de erótico, buscará emperador, aunque sea figura legendaria, y al no haber más que yo que a ello pretenda, me encontrará. En arte prevalece que los tiempos cambian y hay que reajustar, y hay poco que eso saben, porque comercian con arte sin conocimiento, y no es como en contabilidad, donde el problema más complejo lleva inherente la solución de los más sencillos, o en esmeralda, donde hay trampa, y solo quien sabe, puede.”
El señor von Thurn und Taxis sabía lo que ello implicaba, incluso mucho mejor que yo, pues es coleccionista. Y dijo que le daba igual que perdiese la cota, que a él le gustaba lo que compraba y eso le bastaba, porque sabía que perduraría en el tiempo.
Ismael Olabarrieta se fue.
El marchante de arte solo se descalifica cuando negocia sucio.
En general se respetan los unos a los otros de por las enormes distancias que hay entre ellos y la repugnancia que sienten a encontrarse entre ellos, aunque le dan mucha importancia al saber exactamente lo que hacen los otros. Suelen ser judíos.
El señor von Thurn und Taxis concibió la cota paralela para casos de difícil juicio. Y le dijo que tenía que empezar de nuevo en otro lugar, por si se derrumbaba su mercado. Y que se fuese, que él asumía la responsabilidad, pues era su garantía. Isamel Olabarrieta solo tenía que encontrar un galerista en otro lugar que estuviese de acuerdo con exponerlo a precio nacional, en pleno conocimiento de causa. Desde ese momento tendría una cota nacional en algún lugar, que es lo que permite aspirar a otra cosa. Eudoxia Estrella aceptó, porque en este país ‘se atiende a los necesitados’ y había enjuiciado que había necesidad habiendo escuchado todas las opiniones. “Todo lo pierden, si se va,” dijo someramente, “si tiene valor nacional en otro sitio puede volver a subir, y retomar el lugar que tenía antes.” El mercado del arte estimó la actitud de la señora Estrella como de muy valiente.
Yo conocí a Ismael Olabarrieta en 2006, aproximadamente, pues era amigo del Dr Serrano, a quien yo frecuentaba. Lo vi un par de veces con excusa de hacerle una página web, y desistí porque no pagaba y le reproché que no apreciase el trabajo de otros, además de no tener en consideración mentes más conservadoras, y que pintase caballos y era además mucho el peligro implicado. Y debe un artista que pretende a mercado internacional, tener en consideración la sensibilidad de al menos una mayoría de las personas formando sociedad en un lugar.
Que pintase caballos era una broma. Aunque no tanto. Pues aludía a cierta costumbre según la que obras no respetando esa sensibilidad, que a su vez variaba de país en país, pintasen objetos anodinos para vender debajo de la mesa obras que de ese modo serían calificadas de pornográficas, aludiendo en parte a Picasso, que ‘fabricó’ las fantasías sexuales de Gertrude Stein, y otros. Teniendo estas obras su valor propio en otros mercados más apartados y que las mujeres no suelen frecuentar, porque son ellas quienes suelen hacer reticencia y oponer resistencia, por lo que se permite ese tipo de mercado, siempre y cuando ‘esté debidamente presentado y sujeto a sus propias normas’. Las subastas concerniendo este tipo de obras son ‘reservadas’, aunque se puede solicitar permiso para asistir, habiendo sido puesto al corriente del contenido específico de la misma, para que no quepan ni gritos, ni escándalos, ni vociferaos. No solo afecta a lo erótico, sino también a lo religioso y todo aquello que por una razón u otra pudiese herir ciertas sensibilidades, pudiéndose sin embargo apreciarse cierto valor intrínseco en la obra. Yo entendí que la debida presentación implicaba la delicadeza de dedicarse también a otros temas, pues implicaba ajuste en cuanto a norma, y daba valor de por su mero hecho, y de todas las maneras, no había modo de obtener cota de otra modo, ya que lo ‘reservado’ se obtiene después. Es como decir ‘y también …’ pero no en sí. Lo marginal a partir de lo general o común, lo que es una norma social inviolable.
Ismael Olabarrieta no me parecía muy sensible aunque bastante reservado y sabiendo que en Europa la norma es muy distinta, hice algunas indagaciones para ver sí cabía representación, guardando para mi la edad como argumento. Pero no obtuve respuesta, por lo que sospeché querella. Mientras tanto estudiaba su obra, y algunas no me gustaban y otras me causaban risa. Casi como Alfonso XIII:
Es considerado genio, aquel que no dice lo suyo, sino aquel que a partir de lo suyo, dice lo de otros en su carácter general ligado a lo que los tiempos presentan.
Ismael Olabarrieta me contó algunas cosas, aunque no muchas, en idiomas que yo entiendo porque he frecuentado pastores. E investigué el asunto. El marchand d’art se llamaba Steiner y le pedí permiso para asumir a Olabarrieta, a lo que no contestó, siendo sin embargo práctica reconocida cuando se estima que hay error en la evaluación del contexto del artista. Lo que, sin embargo, cuando hay litigio, es argumento suficiente para que no proceda reclamación. Steiner es un nombre judío. Como Stein, u otros relacionados, como Rubinstein. Steiner tenía su centro de arte en un lugar llamado Babstadt, un castillo perteneciendo a la nobleza alemana, que estaba siendo restaurado por Steiner en su integridad a cambio de la mitad de la propiedad, que serviría para hacer exposiciones o reuniones artísticas. Olabarrieta me contó que tenía una habitación en ese lugar que era para su uso propio, y que había unos cuantos más, entre los que un ruso, y un francés, me parece, y alguno más, dentro de una contextualidad que recordaba vagamente a Gurdjieff, sobre quien había visto una película biográfica en parís.
El arte se le acuerda a los judíos, por haber mostrado mucha pericia en el trato de esos asuntos a través de los tiempos, de tal suerte a que cualquiera que quiera entrar en ese mercado, debe acordarse con ellos, primero, antes de proceder. Aunque el señor von Thurn und Taxis había dicho que yo era ’judía’, de por mi abuelo, yo le contesté que no hiciese renegar de raza por intereses personales, y que lo de judío era de ley de familia, que no era la mía. Y así se definen en el arte, de tal suerte a que solo entran en este mercado aquellos que están en conocimiento de las leyes de familia judías, de las suyas y de la relación entre ambas.
Steiner se había descalificado solo de por la introducción de pensamientos considerados incluso hasta sectarios dentro de su ‘grupo’. La situación se parecía mucho a la que yo conocía de por mi propia experiencia familiar. Una estafa, probablemente ligada a los diamantes, conlleva una riqueza súbita que permite adquirir propiedades o tierras perteneciendo a la nobleza, siendo estos, tan listos como mi abuela, y haciendo uso prácticamente de la misma estrategia, para incluso mejorar los suyo.
Que un artista está desubicado se comprende de por el hecho de que se ‘queja’, lo que era el caso, y aquel no sabía, lo que implicaba que no tenía conocimiento en ese ámbito. Cuando se queja el artista, no cabe ‘compra’ del mismo, ni pago, sino que se estima que el mero hecho de haber queja es compensación suficiente y debe el marchand indemnizar a aquellos que han comprado obra, si se perdiesen los valores. Steiner sin embargo se había negado a ‘vender’ a Olabarrieta, diciendo que era ‘un valor seguro’. Lo que no basta. Dijo el señor von Thurn und Taxis que eso lo había dicho él, y que aquel no entendía de arte. Como aquel insistía argumentando poder y riqueza y que ‘todo era suyo’, le dije a mi tutor que introdujesen aquellos nobles una cláusula en la contratación que dijese, que en caso de probarse actividad ilegal dentro del recinto del castillo, recaería también la segunda mitad sobre aquellos, y que si no quería firmar, que se estimase indicio de que había y que se investigaría, lo que era lo mismo. Y aquel firmó, pero insistió en decir que era suyo Olabarrieta.
Le pregunté a Olabarrieta si había matado a algún niño, y se puso a llorar y dijo que eso le pedían, que representase pictóricamente el sacrificio de Abraham ensalzado, y en tales tonos, que le repugnaba y solo quería irse. Y preguntó si debía hacerlo y yo le dije, en ningún caso, porque podría implicar complicidad.
El señor von Thurn und Taxis, apreciando la situación, y vislumbrando el peligro, mandó a Ismael Olabarrieta al Ecuador, cubriendo él los gastos y le dijo que se escondiese en alguna cabaña alejada en medio de la selva, y suspiró y dijo, que era eso lo que quería hacer, porque no sabía cómo de otro modo recuperar su inocencia.
Seguidamente me preguntó aquel, cómo lo había sabido y le contesté que repetía una frase de Alfonso XIII, dciiendo ‘tengo que sacrificar un infante y seré rico y todo será mío,’ y que dentro de esa secta había frases recurrentes significativas ligadas a ciertos asuntos, y que el hecho de que hubiese aparecido ya dos veces, y él era testigo, se podía incluso estimar que la frase enunciada por la Iglesia, y diciendo ‘tutus meus’ o algo así (todos míos), era significativa del momento en el que Roma se apegó a esta creencia, cosa que a su vez parece ser apoyado por la novela ‘La cofradía del sepulcro’, la que sin dar demasiada credibilidad a su posibilidad, parece basado en testimonios reales, de por lo ajustado en cuanto a ciertas informaciones relativas a la Iglesia Romana, como el conocimiento de una oficina investigando las sectas, pareciendo estos testimonios provenir, fuese en parte, de ese lugar, habiendo duda sobre si la persona que relataba, una mujer, estaba en su sano juicio o no, y constando que estaba arraigada la secta dentro mismo de la Iglesia, aunque guardando ciertas apariencias.
Los judíos tienen derecho de supervisión en esa oficina, por ser buenos investigadores y neutros en sus conclusiones, y el autor tenía nombre judío, aunque no me acuerde.
El novelista funda esta creencia en la presencia de una tumba de un Cristo Jacobo y la Virgen, lo que puede dar pie a mucha reflexión, aunque no se conozca su ubicación.
Concluí que como todo acto, el sacrificio, sobre todo de un hijo, crimen deliberado y brutal, afectaba la disposición del que lo hace, ya que se sabe que el ladrón piensa de un modo, y el asesino de otro, afectando el modo de pensar toda su actividad y reconocerse, y sabiéndose esto, se había resumido el carácter del que así procedía como denotando una convicción tal en la afirmación de poseer, apoyado en la evidencia del crimen, que podía incluso imponerse sobre leyes y justicia de por su mera afirmación. ‘Todo mío,’ en suma, y de la Iglesia, las almas, concluyeron seguramente, al no tener bienes.
Como Ismael Olabarrieta parecía sujeto a una grave crisis de angustia, siendo su estado psicológico, responsabilidad del marchante y este no asumiendo, le dije que dividiese su sentimiento en dos. Y que uno se reía y que el otro resentía pavor y le recité alguna frase de Alfonso XIII, y empezó a reirse. “Que es lo que sigue al pavor,” dije. Aquel se asombró y mostró interés por algo, lo que no hacía desde hacía mucho tiempo, habiéndose retraído por completo y diciendo, aunque nadie lo entendiese ‘que tenía la impresión de que lo querían matar en tanto que era niño’ (en su inocencia). Y se le pasó la angustia y preguntó si volvería. Y le dije que en eso concentrase su arte, si quería, pues también es atribución del marchante el orientar, lo que el otro quería imponer, lo que sería de pensarse riendo haciendo algunas obras y sumido en profunda angustia haciendo otras, y que yo iría a verlo en su momento. Le hizo gracia y dijo que lo intentaría. Preguntó si era necesario, y le dije quería si recuperar la cota en algún momento, lo que en ese momento no le interesaba, y nunca se debe evaluar el futuro determinándolo por la angustia del presente, necesitaba un argumento de peso para hacerlo, y que esta historia en si valdría y yo lo sabía. Pues hay que alegar causas muy fundamentales, entre las que se encontraba esta.
“Puede que siga sin interesarme la cota,” dijo, “pero quiero volver a escuchar esta historia.” Y pensó un rato, lo que significaba que había escuchado con gran atención lo que se decía, y dijo que le gustaba Toulouse Lautrec (no lo dijo, sino que yo lo adiviné de nuevo), pero que él era argentino, aunque errante, que le había parecido muy interesante lo de la cotización del grabado y la inteligencia que derivaba del orden, que ya había madurado y podía dedicarse a la insinuación intelectual y que pondría el mismo título por todas partes, y algunos se los dejaría a otros y a eso lo llamaba ‘su libertad artística’. Y dijo que creaba una nueva corriente artística que se llamaba ‘su libertad artística’, cuyo mensaje intrínseco debía ser deducido de por la obra, y no de por acuerdo, de modo aleatorio y espontáneo y estimó que tendría mucho éxito entre las gentes aunque no entre los artistas, porque ellos ‘lo quieren todo hecho, y complotan contra la razón para sentirse parecidos.’ Y continuó diciendo que el hombre no se hace en línea directa, sino expandiéndose en errores y círculos de diversas esferas, que producían implosiones, dentro de las que él se apartaba del mundanal ruido, para separar lo bueno de lo malo, y concebir una nueva expansión, cada vez más limitada, que de nuevo produjera lo mismo. Hasta ser él. Que eso se lo había complotado solo, para llevarle la contraria a Gurdjeff, que no le gustaba, y aunque gustase a otros, no sabía por qué tenía que compartir el gusto.
Entendí que no se apegaba a lo financiero u orden social porque le parecía en ese momento que todo el fundamento social se derrumbaba al evaluar lo que veía, y no ver a nadie que le opusiese resistencia y lo llamaba ‘protesta hindú’, pero dijo que había vislumbrado una esperanza y que sobre eso basaría lo que él dijera de él mismo, una vez que todos los círculos expansivos hubiesen terminado por caer dentro de si mismos, y que eso implicaba que quizá terminase por interesarle cierto orden social y ya veía que sería ecuatoriano por las leyes que tenían y la tenacidad de algunas gentes en mantenerlo, y que trabajaría en vistas a recuperar su cota, para agradecer a esas gentes lo que habían hecho por él, dándole refugio sin pedir nada a cambio. Dijo que era malo porque bebía pero que creía en la Virgen y en la ironía desdeñosa con la que deben tratarse ciertos asuntos que solo merecen ternura.
Y supe que llegaríamos a un acuerdo aunque pasase por sus turbulencias y mis ácidas críticas, que consideraría. (Ellos buscan lo reservado porque es más caro, pero la mayoría no sabe que hay que pintar caballos antes.)
Conociendo el carácter, aunque sin tener memoria de estos hechos, evalué que los altibajos decían en la consideración general de la obra, los momentos ausentes donde la expansión excesiva nos hace perder el epicentro, o el excesivo ensimismamiento en vistas a generar un nuevo proyecto, apegan nuestra mirada, pensamiento, y comportamiento a lo banal, superficial o barato, debiendo dejar la forma misma del orden un brillo en cuanto a su profundo significado, que puede reconocerse, incluso en lo que se diría no valer. Ha numerado un grabado x/a, que es variable indeterminada de un grabado numerado, único, sin embargo, en posesión mía, y regalo del Dr Serrano. No. Intercambiado por el ordenador. Regalo fue un grabado numerado ‘monocopia’, es decir, que solo hay uno.
Consiguió arrugar un cartón de una obra en acrílico y tinta, técnica nueva que se puede reconocer ya que deriva de contexto, en el sentido de que designa aquello que pierde valor de por la mera voluntad de dejarse llevar un rato, lo que es libertad de artista también, que vale.
Y yo certifico de la seriedad del autor, y por ejemplo del ángulo un tanto humorístico por el que cabe leer algunas de sus obras, y las otras no me gustan, aunque dicen mucho más de lo que pareciera, pero me recuerdan experiencias en exceso dolorosas, es lo siguiente. Tiene el artista el derecho de mentir, porque el artista no miente sino que cuenta historias. Una confesión hecha en un lugar judicial está sujeto a pena.
Se decía que Olabarrieta bebía y se drogaba, aunque a mi solo me constaba lo primero, y eso por derivación y no lo veía frecuentar lugares que se conocían por el tráfico de aquella. E incluso diría que no bebía ya en exceso. Y lo que se dice y lo que se opina y lo que se presume, giraba y daba vueltas. Un día se presentó Ismael Olabarrieta en la oficina del Dr Serrano, quien como dicho, es juez, y dijo a voz alta y ante dos testigos, que él bebía y se drogaba. Y se fue, como había venido.
Quiso el Dr Serrano excusarlo, diciendo que no tenía que tenerlo en consideración y murmuré, que había testigo, no sujeto a discreción. Qué pues prevalece? La libertad de artista o la autoridad del juez. La segunda, por no poderse cuestionar de por evidencia.
Seguramente está en prisión, rumiando el significado de las prioridades, porque hace tiempo que no lo veo, y si no está ahí, y es opción, en un centro de recuperación, donde deben tener problema para tratar un paciente inexistente, pero da igual. También puede el artista encontrarse en lugares indecorosos, aquellos que comparte con los de baja especie, para su recapacitación.
El señor von Thurn und Taxis me dijo, que estaba mi vida en peligro y que se sabía, y que si debía meterme en el mismo avión que aquel, para hacerle compañía a Karl May, la de la Abwehr, y dije que no, que por desgracia mi periplo no era artístico, sino militar y sujeto a otras condiciones que no consideran peligro para si, aunque sí para otros. Ellos sabían que me borrarían la memoria y me reí, ‘como si pudiesen’, y extrañó a Olabarrieta tanta seguridad, y dijo que ‘era bello resentirla aunque no se lo creía, pues había visto cosas muy atroces, y que si no recuperaba la memoria, él iría a buscarme para encontrarme donde estuviese y llevarme a lugar seguro y mostrándome sus cuadros que a eso aludirían, seguro que sí que lo conseguía.’ Y dije que era cierto, pero que yo lo encontraría.
Algunos quisieron comprender que consentía y yo dije, que no, que asumía y en ningún caso consentía, y asumía por no quedarme otra al primar mi obligación, sin que ello implicase en ningún caso resignación.
Y dije que habíamos ganado muchas nuevas esperanzas. Y yo llamaba esperanzas a los testigos. “Qué son esperanzas.” Casi afirmó el señor von Thurn und Taxis maldiciéndose por lo bajo de no haber sabido evaluar con exactitud el peligro y ello permitiendo mi retirada. “Testigos, señor von Gotha, testigos, porque dan esperanza en la demostración de que tenemos razón, y es eso lo única que cuenta.”
Los agentes de paz suelen tener atribuciones militares porque se estima que resisten mejor a la persecución y al dolor, y tienen más habilidad para escabullirse cuando han logrado su objetivo, lo que en ningún caso debe confundirse con un puesto de embajada, que obliga a mencionar en lugar público hasta los detalles del rango obtenidos en carrera militar obligada, incluso a las mujeres o esposas, y no permitiéndose ninguna otra formación de ese estilo.
Algunos estimaron que si un agente de paz era algo como un embajador de los pueblos, cualquiera podía utilizar ese argumento para hacer prevalecer precedente, lo que causó cierta risa entre los asistentes.
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