Es momento de tomarse un respiro y hacer, también, un resumen, ordenado si posible, de otros eventos, que aunque parezcan mínimos en este instante, pudieran tener vastas e incalculables consecuencias históricas posteriores.
Hablar en alemán aunque sea utilizando el castellano – cada vez más mal hablado, por cierto, pero eso es por osmosis ambiental – significa hablar en una lógica de tracción hacia atrás, para hacerse entender, por lo que resulta necesario el poner las cosas en su sitio – sin o con galicismos – y su debido orden, si se quiere que te comprendan más amplios espectros de la humanidad.
Procedamos por puntos (aunque sea repitiendo algunas cosas):
1. Mi abuela Elisabeth von Speth Schülzburg pertenecía a los barones del mismo nombre con una genealogía de 1090, aproximadamente. Ella era hija del hermano que no se quedó con las propiedades de la familia en Suavia, actual Baviera, las cuales fueron quemadas al final del siglo XIX. Ambos se quedaron con el título, como es tradición alemana, donde las únicas restricciones que aplican son, que sean hombres y de un matrimonio lícito – es decir, que no hereda del título alguien que es adoptado o fruto de adulterio u otro.
Tenemos a dos hermanos que tienen el título von Speth Schülzburg.
El padre de mi abuela se va a Africa, vuelve, y se instala en Berlín. Tiene dos hijas. Por lógica, el título se pierde en esa rama. Mi abuela se casa con un afortunado Kasten, originalmente de la ciudad de Lübeck, plantándose, sin embargo, un poco antes en el Gotha, consejo de nobles, solicitando el uso del título incluso dentro del matrimonio (lo perdería al adoptar el nombre del marido), lo que le es concedido. Esto lo hace solo ella: su hermana, que se quedaría en Berlín, no reclama título de por vida.
2. Alego dentro de la siguiente reflexión: que si el título se transmite por vía de sangre, se transmite incluso aqui, pero que si no se transmite porque vale la ley sálica (que las mujeres no pueden transmitir el título), aun transmitiéndose, no se transmite, o, simplemente se transmite sin que recaiga dentro del estrecho campo de la legislación restringida por la ley sálica.
Deduzco que pues solo concierne a mujeres.
Visto que surge una situación caótica del precedente si se tiene en cuenta que pudiese incluso invalidarse la ley sálica, procedo raudamente a una legislación retroactiva, lo que me puedo permitir, ya que no hay ninguna en el campo de aplicación, y solo por eso, lo que conlleva la legitimización de dos ramas femeninas de nobleza, que llamo de sangre, que desvío hipotéticamente sobre mi tía Ingrid, hija de Elisabeth, y de mérito, que salta, por el hijo, a mi, en tanto que mujer, y restrinjo, que hubiese otras (somos unas cuantas) diciendo que no aplica el ‘cualquiera’ en esta legislación, sino yo, de segunda generación y después por designación, y mi tía, por vía de sangre en primera o segunda generación.
Distingo pues dos ramas: una de mérito, la mía, que me concedo por resolver el problema, y una de sangre, que atribuyo por existir, a la única hija de línea directa.
3. Una vez conseguido semejante orden marcial en las líneas de transmisión que se encontrasen aunque fuese hipotéticamente, fuera de la ley sálica, me reconozco poder legislativo. La nobleza alemana actual, reconocida por un estamento oficial de la Bundesrepublik, el Adelsrechtausschuss (cámara del derecho de nobles) no tiene poder legislativo porque, dice «no hay rey o emperador que lo permitiese». Solo reconoce títulos en tanto que sometidos o no a las regulaciones existentes.
Dentro de Alemania, yo no puedo legislar en cuestiones de nobleza. Ni en ninguna otra, por cierto, fuera de lo estamentos de poder existentes. Pero yo no estoy en Alemania. Digo, y es verdad: que la nobleza alemana original, a la que pertenecía mi abuela, se constituía por consejo y no tenía sino un rey electo, representativo, que no podía transmitir su función, digamos, por vía hereditaria. Los territorios siendo muy fluctuantes, incluso mi propia familia provee un emperador a Viena.
Un buen día, los austriacos se quedaron con un ‘representante’ y convirtieron la realeza y el imperio en un asunto hereditario, lo que tiene por consecuencia un reajuste de la nobleza que se jerarquiza (mi familia, originalmente Freiherren, obtienen asi el título de Baronen): siglo XVI aprox. Esto teniendo por consecuencia que los tres reinos germanos, Baviera, Prusia y Sajonia, sean ‘sujetos’ de Austria a través de la compra del título, y hace de Alemania un vasallo de Austria.
Reivindico pues, que es originalmente alemán el consejo sin rey, y tildo a los ‘Kronprinzen’ (delfines, o príncipes con ojos sobre una potencial realeza) de no alemanes en pretensión. Yo, legislando fuera de Alemania, me digo de una tradición de consejo, que incluye la posibilidad de un poder legislativo incluso dentro de Alemania, si no se precisase de rey para validarlo.
En mi consejo, estoy yo conmigo misma.
Yo conmigo misma, soy principio, como principio soy cabeza, y como cabeza me digo o llamo ‘emperor’ para no causar ambigüedad, y ‘emperor’ no derivando de imperial, sino porque impera sobre si.
Emperor es un poder legislativo derivado de la más vieja tradición alemana, sobre la que reposa su identidad. Estoy sola, fuera de la ley sálica: lo que dijera afectase en un principio solamente a lo que se queda fuera de la ley sálica. Pero constituye una seria amenaza en tanto que justificado per se para lo ya existente. Justifica lo tuyo, le digo a la Bundesrepublik. Quieres que genere una economía femenina al lado de la tuya? Una policía, cuerpos del orden, ejército, y lo que haga falta? Puedo.
4. Hay insurgencia, cuando un poder no legitimado o ilegítimo se revuelve contra un poder existente. Yo no me revuelvo: es paralelo. Lo que hay que siga, pero no me quita el derecho. Hay conspiración, cuando algunos se juntan dentro del mismo modo de pensar y con un mismo propósito para un fin illegal o ilegítimo. No puede haberla cuando los modos de pensar son diversos, los propósitos distintos, y la finalidad legítima.
Seguía yo misma conmigo misma.
5. Aparece entonces por arte de magia, Elisabeth, ahora von Lubinski, cuyo pensamiento no puede ser más contrario al mío: harta de la situación general, reivindica una disolución completa de estados, policía, ejército, pasaportes y demás. Yo, refuerzo todo ello con vistas a obtener una cristalización de identidad nacional. Pero qué? Acaso no tiene razón Frau von Lubinski? Pues en si ya todo disuelto? O sea que le pregunto si no se viera representar esa misma evidencia, esperando a ver si no pudiese mejorar la situación y dejar la disolución completa en nobleza, por si acaso. Y acepta. Se le agrega un escudo al que se le ponen, y es único, 5 estrellas, el máximo, por tan apropiadamente aparecer con el apropiado modo en el apropiado lugar. Y necesita de un reconocimiento.
«Ich, emperor» es decir, la esencia del principio de identidad alemán ya definido, le acuerda su título. El acordar significa que alguien, una persona al menos, reconoce el poder de acordar, lo que valida no solo la función de ‘emperor’ sino también el mismo título de von Speth und zu Schülzburg, que me había atribuido a mi misma para diferenciar de los von Speth Schülzburg originales, que aun andan por ahí. Es decir que el título von Speth und zu Schülzburg, Varonen, opera fuera de la ley sálica, mientras el primero, aun depende de ella.
Antes de ayer, histórico día del 12.01.2009, se forma el esbozo de un Frauenadel como polo de poder independiente y autónomo en Alemania con capacidad legislativa.
6. Ahora ya se puede, retomando el lema ecuatoriano. Si yo, emperor, solo puedo pegar gritos en el desierto, y que escuche quien quiera, la mera presencia de una regulación de interacción, convierte nuestra presencia en cuerpo establecido, legítimo y legal.
Sigue en una precipitación casi inaudita el establecimiento de una propuesta más general, que consiste en llamar ‘Adel‘ (nobleza) a las representantes significativas de un modo de pensar más general dentro de un Rat (consejo) de 500. Para lo que se precisa de un texto cualquiera (síntesis de la estructuración de pensamiento) y de un escudo o Wappen reconocido por Emperor. Podemos esperar, poco importa: el Rat tiene la abilidad de quitarme mi todo poder omnipresente, cuando esté constituido: por el momento, rige.
Rápidamente también, se definen campos: llamando ilegítimo al poder existente por vía de demostración racional, alego von Lubinski para hacer nulo lo que hubiera.
Aunque se piense que eso pudiera ser abuso, en realidad es todo lo contrario. Sabiendo por fuentes certeras y próximas que el Ejército está preparando un golpe militar, se vislumbra el Frauenadel como única solución viable que pudiese evitar la desaprición de los derechos civiles. Poniendo raudo freno a un entusiasmo que pudiese provenir de cientos de años de represión política femenina en Alemania, y conllevase un matriarcado atavístico con poco aire para la parte contraria, propongo como que emana de si, el que el Gotha se someta a los Ejércitos, lo que implica un reconocimiento de la actividad masculina en algún lado, por lo que se justifica una nueva asamblea constituyente ocupándose de los asuntos de gestión externa (es decir, política), mientras el Rat se queda en la costumbre o tradición, cubriendo areas internas, es decir de familia o social.
Antes: valía por constitución la resistencia a la dictadura. Apoyado en Constitución, el Emperor hace llamado a los Ejércitos, derivando hacia el Gotha su mando. Ahora: se ha disuelto la constitución. Después: el Gotha tiene poder legislativo restringido derivado de la situación y puede disolver oficialmente la asamblea.
Es decir: von Lubinski es esa posibilidad. La inserción de un espíritu de disolución dentro de un concepto más regular aunque muy virtual, permite el pensar una disolución instantánea y momentánea, resultando en un inmediato equilibrio racional surgiendo de la esencia del principio de identidad, que yo represento.
Mi fuerza de tracción interna, resultante de una legitimización, mi caballo, blanco o pinto, se acaba de convertir en un reino sin rey, pero con consejo de nobles.
7. Da igual lo que pase, realmente – tantas cosas se niegan.
8. A veces hace falta de una intervención de fuera para que uno se encuentre consigo mismo. No niego que mi peculiar situación a caballo entre España y Alemania pasando por Francia, aun pesadamente apoyada en Carlos V de Alemania y I de España, un híbrido de misma naturaleza (de madre española y padre alemán), no resultase extraña, al final. Lo mismo sucede con Frau von Lubinski, pues va de si que tanto el exceso de resolución como el mismo de disolución no pueden provenir sino de una cascada de conjugaciones genéticas, cuya interacción aun resultando muy provechosa para muchos algunas veces, no puede ni debe ser representativa en si, de identidad.
Solo cuando la identidad desfallece se pudiera pensar que un masaje cardiaco de origen exterior pueda reanimar adecuadamente lo que se va perdiendo sin remedio. Pero cupiera en ese momento el devolver el principio a quien de ahi mismo, cosa que había considerado en mis pensamientos, trasladando el polo de gestión interna de identidad a mi tía Ingrid, que puede o no asumirlo o delegarlo y que vistas las pocas posibilidades de éxito de la intervención quirúrjica que nos prometíamos, ni siquiera fue debidamente informada de la rauda y veloz cadena de sucesos.
Quedando bajo mi gestión final el llamado Meritenadel que se ocupase no solo de alegremente distribuir títulos a engendros lógicos como nosotras mismas, tomando precaución de que estos se transmitiesen por designación a miembros ‘puentes’ entre naciones, que tomando referencia en Alemania sirviese para establecer relaciones con el extranjero, pudiendo ser afectada por ello incluso alguien que no fuese de sangre alemana, o ni tan siquiera en posesión del idioma – todo se traduce – por colaborar activamente a la estructuración de eventos internacionales que ayuden a la comprensión de fenómenos afectando de cerca o de lejos la historia misma alemana. Tengo en mente por ejemplo a una española, Belem Martin-Ambrosio Frances, que ni sabe lo que pienso, que a través de su texto «Noticias de la República Democrática Helénica» con tal tino relata los eventos acontecidos en Grecia recientemente que se pudiese decir ejemplar en el restablecimiento de estructuras de análisis adecuadas para un conjunto. U otras que de mismo mode se presentasen, para lo que cupiera alterar un tanto el nombre, volviéndose incluso pronunciable en alemán, como Belem Martin, por ejemplo, para que no diese lugar a ambigüedades que implicasen intervención en asuntos ajenos. Sería pues persona de dignidad en Alemania, y con la misma si reconocida en otros países.
Esperando no tener que ocuparme además de lo mismo pero afectando el cuerpo interno alemán, albergo esperanzas de que mi tía asuma prontamente sus responsabilidades, aunque sea para delegar.
Con eso se esclarecían algunas cosas.
Read Full Post »